Steve McQueen's "12 Years A Slave" is a masterpiece not just of cinematic artistry but of psychology; one needn't even be a particularly "close reader" of the movie to understand how it limns a pathology that defines racism in the United States to this very day. The performance by Lupita Nyong'o in the role of the much-abused—and also much "loved," in a sick, sadistic if not overtly Sadean sense—slave girl Patsey is particularly pertinent in this regard. It's also a protean performance by any standard of acting, and absolutely deserving of an Academy Award for best supporting actress. Nyong'o's characterization is one of incredible psychological complexity.
La obra "12 Years A Slave" (Doce años un esclavo) de Steve McQueen es una obra maestra no solo en base a su cinematografía artística sino por su psicología; uno no necesita ser un lector particularmente meticuloso para entender cómo la película describe una patología que define al racismo de los Estados Unidos y que sigue vigente hasta hoy. La actuación otorgada por Lupita Nyong'o en el rol de la muy abusada —y también muy "amada", de una manera enferma, sádica si no evidentemente propia del sadomasoquismo de Sade— niña esclava Patsey, es particularmente pertinente en lo que a esto concierne. Es también una flexible representación según cualquier estandard de actuación, y absolutamente merecedora de un Premio de la Academia por mejor actriz de reparto. La caracterización de Nyong'o es de una increíble complejidad psicológica.
Patsey is a slave of unusual physical capability who's also the object of a depraved sexual obsession on the part of her owner, played by Michael Fassbender. She suffers gravely not just from physical abuse but also from mental and spiritual humiliations which include a deep sense of shame, is unschooled and has little means of articulating her mortification. Embracing a sense of victimhood is not only not an option for her, it doesn't even exist in the realm of the possible.
Patsey es una esclava de una capacidad física inusual, que es también el objeto de una depravada obsesión sexual por parte de su dueño, representado por Michael Fassbender. Ella sufre gravemente no solo por abuso físico sino también por humillaciones mentales y espirituales que incluyen un profundo sentimiento de verguenza; no ha sido educada y tiene pocos medios para articular su mortificación. Hacerse de un sentido de victimización no solo no es una opción para ella, ni siquiera existe en el reino de lo posible.